SINCRONICIDAD


Sincronicidad ( del griego unión, y tiempo) es el término elegido por Carl Gustav Jung para aludir a "una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo contenido significativo sea igual o similar», «lo diferenciaré del término sincronismo, que constituye la mera simultaneidad de dos sucesos".

Las leyes naturales son verdades estadísticas, absolutamente válidas ante magnitudes macrofísicas pero no microfísicas. Ello implica un principio de explicación diferente al causal. Cabe plantearse entonces si en términos generales existe no solo una posibilidad sino una realidad de sucesos acausales. Para ello se ha de afrontar el mundo de la casualidad y tratar de separar la causalidad de la acausalidad.

CausalidadCasualidad ← Acausalidad

La acausalidad es esperable cuando parece impensable la causalidad. Ante la casualidad solo resulta viable la evaluación numérica o el método estadístico. Las agrupaciones o series de casualidades han de ser consideradas casuales mientras no se sobrepasen los límites de la probabilidad. Si así se demostrara implicaría un principio acausal o conexión transversal de sentido.

Experimentos científicos de Rhine

La prueba decisiva para la existencia de vinculaciones acausales reside en los experimentos científicos de Joseph Banks Rhine efectuados a partir de cartas, aunque también fueron utilizados dados.



Siendo la media estadística de lo probable 5 aciertos sobre 25 cartas se llegaría a las tres conclusiones siguientes:

Superación de la probabilidad estadística. 
La distancia no afecta a los resultados: no se puede tratar de un fenómeno de fuerza o energía
El tiempo tampoco altera los resultados del experimento. 

Consecuentemente, existiría una relatividad psíquica del espacio y del tiempo. Y de este modo una renuncia a la explicación energética, y por lo tanto a la causalidad que presupone el espacio y el tiempo, es decir, a la observación de cuerpos en movimiento.

También resulta interesante la relación de los resultados con el nivel de interés del sujeto experimental.

No puede tratarse en definitiva de causa y efecto, «sino de una coincidencia en el tiempo, de una especie de simultaneidad», de ahí el término sincronicidad. Se describe la sincronicidad «como una relación entre tiempo y espacio psíquicamente condicionada». En los experimentos de Rhine tanto el espacio como el tiempo se comportan elásticamente respecto a la psique, ya que aparentemente pueden ser reducidos a voluntad.

Se podrían conjeturar entonces dos posibilidades:

Relación espacio tiempo respecto a la psique. 

Inexistencia de espacio y tiempo al estar establecidos por la consciencia. «Son, pues, esencialmente de origen psíquico, seguramente la razón por la que Kant los interpretó como categorías a priori». De ahí la posibilidad de relativización psíquica. Pero esta posibilidad se da solo cuando la psique se observa a sí misma, es decir, a partir de la manifestación de lo inconsciente, de los arquetipos de lo inconsciente colectivo caracterizado como psicoide. Un ejemplo

Una joven paciente soñó, en un momento decisivo de su tratamiento, que le regalaban un escarabajo de oro. Mientras ella me contaba el sueño yo estaba sentado de espaldas a la ventana cerrada. De repente, oí detrás de mí un ruido como si algo golpeara suavemente la ventana. Me di media vuelta y vi fuera un insecto volador que chocaba contra la ventana. Abrí la ventana y lo cacé al vuelo. Era la analogía más próxima a un escarabajo de oro que pueda darse en nuestras latitudes, a saber, un escarabeido (crisomélido), la Cetonia aurata, la «cetonia común», que al parecer, en contra de sus costumbres habituales, se vio en la necesidad de entrar en una habitación oscura precisamente en ese momento. Tengo que decir que no me había ocurrido nada semejante ni antes ni después de aquello, y que el sueño de aquella paciente sigue siendo un caso único en mi experiencia. 

Los casos de coincidencias de sentido parecen sustentarse en una base arquetípica:

El factor emocional resulta ser altamente significativo. La afectividad está basada en el arquetipo. 
A su vez existe como característica común cierta imposibilidad. 

Debe diferenciarse el término sincronicidad o simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal de sincronismo o mera simultaneidad de dos sucesos.

La sincronicidad implicaría de este modo la simultaneidad de un estado psíquico con uno o varios sucesos externos cuyo sentido parece paralelo a la subjetividad psíquica, o viceversa.

El fenómeno de la sincronicidad se fundamenta en la simultaneidad de dos estados psíquicos diferentes:

Uno es el normal. 
Otro es la vivencia crítica. 

Constaría así mismo de dos factores:

Una imagen inconsciente accede a la consciencia directamente o simbolizada como sueño, ocurrencia o presentimiento. Una situación objetiva coincide con dicho contenido psíquico. 

Los precursores de la idea de sincronicidad

A tal efecto inicia Jung un recorrido histórico que se inicia en oriente y continua paralelamente en occidente, hasta que a lo largo del siglo XVIII se convirtió la causalidad en el principio exclusivo de las ciencias naturales.

Filosofía china: el Tao o sentido, Lao-Tsé: Tao Te King. Ch´uang-Tsé. La nada que ordena el mundo sensorial, concepción taoísta de la totalidad, teoría filosófico-natural medieval de la correspondentia, la simpatía de todas las cosas. 
Filón de Alejandría: el hombre como microcosmos que contiene las imágenes de las naturalezas de las estrellas. 


Teofrasto: lo suprasensorial y sensorial unidos por la divinidad. 
Plotino: almas individuales procedentes de una única alma universal
Pico della Mirandolla: el hombre como vínculo y unión de tres mundos: supracelestial, celestial y sublunar. 
Agrippa de Nettesheim: «Omnia plena diis esse»: todo está lleno de dioses. El alma del mundo como espíritu que todo lo penetra. 
Agrippa influirá en Teofrasto Paracelso en su concepción de la correspondencia entre macrocosmos y microcosmos y en su necesaria apreciación tanto en el filósofo como sobre todo en el médico
Johann Kepler cita a Aristóteles: el mundo inferior unido al cielo, sus fuerzas gobernadas desde arriba. Correspondencia fundamentada en la tierra, animada por el anima telluris. 
Leibniz: armonía preestablecida o sincronismo absoluto entre sucesos psíquicos y físicos (mónadas). 

La sincronicidad constituye en sí misma «una magnitud sumamente abstracta e inmaterializable». Representa un criterio de comportamiento al igual que el espacio, el tiempo y la causalidad. Se renunciaría así a la hipótesis de una psique asociada a un cerebro vivo, el factor formal sería ajeno a una actividad cerebral. De ahí que se plantee la pregunta de si todo proceso psicofísico tendría como fundamento la sincronicidad y no la causalidad. De esta última se deducen dos posibilidades que ponen en entredicho la experiencia y el entendimiento:

Procesos físicos generan la psique. 
Psique inmaterial que determina procesos físicos. 

De este modo, la sincronicidad, o disposición acausal o con sentido, representaría una posibilidad de esclarecimiento de la encrucijada cuerpo-alma o paralelismo psicofísico. En esta dirección apunta el «saber absoluto», o sentido absoluto, implícito al fenómeno, caracterizado de trascendental al hallarse en un espacio psíquicamente relativo o continuum espacio-temporal irrepresentable.

Ante experiencias de inconsciencia donde paradójicamente permanecen procesos psíquicos conscientes cabrían darse etiológicamente dos posibilidades:

Sincronicidad ante la imposibilidad de remitirnos a procesos de substratos biológicos subyacentes. 

Cuando esto último es factible cabría la posibilidad de deducir como portador de las funciones psíquicas al sistema nervioso simpático. Dicha actividad transcerebral sería responsable así mismo del fenómeno del sueño. 

En conclusión, la clásica imagen física tríadica del mundo compuesta de espacio, tiempo y causalidad se convertiría en una tétrada o cuaternio al unírsele la sincronicidad. Ello posibilitaría un juicio global que se aproximaría a un concepto unitario del ser eliminándose la incompatibilidad entre sujeto y objeto.

Esquema clásico del concepto de sincronicidad.

La revolución de la física conllevará sin embargo una revisión del esquema clásico. Será conjuntamente con el catedrático en física Wolfgang Pauli como llegue a proponerse un nuevo cuaternio que satisfaga los postulados de la física moderna y los de la psicología.


Revisión del esquema clásico para satisfacer los postulados de la física moderna y los de la psicología.

«La sincronicidad en sentido estricto sólo es un caso especial de un orden general acausal que da lugar a actos de creación en el tiempo».


Finalmente, debe evitarse interpretar toda situación aparentemente sin causa como acausal. La sincronicidad solo acontece cuando ni siquiera es pensable una causa. Es decir, dicha «falta de explicación» incluye:

Una causa desconocida. 
Dicha causa no es pensable intelectualmente.

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