EL POPOL-VUH. Contenido y signidicado
LA CREACIÓN EN EL POPOL-VUH
MITOLOGÍA INCA
A veces, la Creación también es obra de un animal mítico: el escarabajo entre los lengua, el halcón entre los okaina, etc.
Los mitos representan al creador bajo los rasgos de un profeta que recorre la tierra para acabar la obra de la Creación y enseñar a los hombres las artes y los usos propios de la vida civilizada.
Así a veces, en las diferentes cosmologías de las culturas nativas de Sudamérica, podemos encontrar ejemplos de un Creador o de un Gran Antepasado que se retira a algún universo después de haber cumplido su misión terrestre, a veces como una especie de genio, bienhechor caprichoso, que permanece en la Tierra creada por él, para cambiar su fisonomía y para iniciar a los hombres en técnicas y usos que les permitirán subsistir y vivir en sociedad.
Unas veces el Creador, el Antepasado, el Héroe civilizador y el Transformador son el mismo personaje, y otras veces se reparten las tareas. A veces el héroe, o los héroes civilizadores son animales dotados de razón.
La aparición de los primeros hombres en la Tierra es tema de numerosos mitos cuyo asunto central revela dos concepciones opuestas. Según la primera, los hombres fueron creados por un dios que habría utilizado, a modo de materia prima, una sustancia cualquiera (arcilla, madera, caña); quizás una posterior forma de mito influenciado por la tradición cristiana de la creación de Adan. Según la otra, los primeros hombres habrían venido del cielo o de un mundo subterráneo. Al decir de los mosetenes, Dhoit, su héroe civilizador, modeló a los primeros hombres. Para los hakairi habrían sido los gemelos Keri y Kame quienes transformaron las cañas en hombres. En la mitología chibcha, el Sol y la Luna formaron al primer hombre con arcilla, mientras que para la primera mujer utilizaron cañas.
Para muchos aborígenes, los hombres no estarían sometidos a la muerte si el héroe civilizador o el azar no hubieran dispuesto otra cosa. En la antigüedad, los onas, fatigados por la vejez, se entregaban al sueño, y, al despertar, se hacían lavar por Kénos, el héroe civilizador. Vueltos otra vez a la juventud, empezaban de nuevo su existencia. Fue uno de los Gemelos el que puso fin a esas renovaciones e hizo definitiva la muerte. Otro ejemplo es la de un gran mago habría querido hacer inmortales a los chipayas. Les recomendó que saludaran amistosamente a un extranjero que vendría a visitarlos. Los chipayas, desgraciadamente para ellos, volvieron la espalda a un visitante que traía un cesto lleno de carne podrida, habiéndole tomado por la Muerte, y en cambio acogieron afectuosamente a la Muerte, que tenía apariencia de un agradable joven.
Los sudamericanos fueron concientes de los efectos de la adquisición del fuego sobre la condición humana. Según sus antiguas tradiciones, antes de poseer este elemento, los hombres no valían más que los animales. El fuego nunca es presentado como una creación. Siempre ha existido, pero era propiedad de un animal —más raramente, de un espíritu— que lo vigilaba celosamente y rehusaba compartirlo con los hombres. Entonces, hizo falta robárselo. Unas veces es el héroe civilizador, otras veces es un animal auxiliador quien intenta la aventura. Generalmente, el dueño del Fuego, así como su robador, pertenecen a una especie animal que se asocia a ese elemento por alguna particularidad física.
LA CREACIÓN EN EL POPOL-VUH
MITOLOGÍA INCA
Todas las tribus de Sudamérica se remontan:
Al origen del mundo
Lo que existe en él
A un personaje o ser venerable
Al origen del mundo
Lo que existe en él
A un personaje o ser venerable
En torno a esos seres sobrenaturales se explican los enigmas de la naturaleza. Sus aventuras y sus acciones constituyen verdaderos ciclos míticos que son a la vez cosmogonías, historias naturales y memorias de tribu.
Los Creadores y de los Transformadores de la mitología sudamericana
Los witotos de Colombia oriental tienen una idea metafísica del Creador. Ha nacido de la palabra, es decir, de los encantamientos y de los mitos con eficacia mágica que preexisten a todas las cosas. Él es quien ha pasado esas fórmulas a los hombres, confiriendo así a las ceremonias y ritos una virtud particular. También es una encarnación de la vegetación, pero, a pesar de su poder, los hombres no se dirigen a él.
Para los tehuelches, el dios Kóoch es la deidad creadora primigenia.
En cambio para los onas, Temáukel es el ser supremo en quien viven todos los seres, es el poder universal, es un ser que siempre fue y será, ya que jamás tuvo principio y nadie lo formó; y aunque todo en el universo se extinga, él siempre existirá y no tendrá fin.
Similarmente en la mitología yagán, la deidad Watauinewa es la deidad principal presente y es un ser intangible, bondadoso y justiciero que mora en el cielo, lo que ha originado el término "Watauinewa sef" (el cielo de Watauinewa). Se le considera el amo de la creación, y quien proporciona los alimentos.
Los witotos de Colombia oriental tienen una idea metafísica del Creador. Ha nacido de la palabra, es decir, de los encantamientos y de los mitos con eficacia mágica que preexisten a todas las cosas. Él es quien ha pasado esas fórmulas a los hombres, confiriendo así a las ceremonias y ritos una virtud particular. También es una encarnación de la vegetación, pero, a pesar de su poder, los hombres no se dirigen a él.
Para los tehuelches, el dios Kóoch es la deidad creadora primigenia.
En cambio para los onas, Temáukel es el ser supremo en quien viven todos los seres, es el poder universal, es un ser que siempre fue y será, ya que jamás tuvo principio y nadie lo formó; y aunque todo en el universo se extinga, él siempre existirá y no tendrá fin.
Similarmente en la mitología yagán, la deidad Watauinewa es la deidad principal presente y es un ser intangible, bondadoso y justiciero que mora en el cielo, lo que ha originado el término "Watauinewa sef" (el cielo de Watauinewa). Se le considera el amo de la creación, y quien proporciona los alimentos.
Algunas tribus remontan el origen de las cosas a una Madre común.
Los chamacoco (Paraguay) colocan en la cumbre de la jerarquía celeste a la diosa Eschetewuarha, que, siendo mujer del Gran Espíritu, le dominaba y reinaba sobre el mundo. Ella es la madre de las aves (las nubes) que vierten la lluvia. Para los shipibo del Ucayali, el mundo y su contenido son obra de una mujer celeste, sin duda una personificación del Sol.
Los chamacoco (Paraguay) colocan en la cumbre de la jerarquía celeste a la diosa Eschetewuarha, que, siendo mujer del Gran Espíritu, le dominaba y reinaba sobre el mundo. Ella es la madre de las aves (las nubes) que vierten la lluvia. Para los shipibo del Ucayali, el mundo y su contenido son obra de una mujer celeste, sin duda una personificación del Sol.
A veces, la Creación también es obra de un animal mítico: el escarabajo entre los lengua, el halcón entre los okaina, etc.
Incas :Los pueblos de los Andes centrales entendían los orígenes de cada pueblo de manera aislada como apariciones divinas a partir de algún hecho natural conocido como pacarina. Particularmente, los incas del Cuzco creían que su pueblo surgió del cerro de Tampu Tocco (Leyenda de los hermanos Ayar).
Mapuches: Antes de la actual humanidad vivían otros hombres. Un día Kai Kai Vilú, la serpiente marina decidió exterminarlos ahogándolos con el agua del mar. La serpiente buena Treng Treng Vilú, se compadeció de los hombres y los condujo a las montañas para salvarlos, asi mismo hizo crecer el tamaño de estas a medida que Kai Kai hacía crecer el mar. El duelo entre estos dos espíritus fue largo y significó la muerte de muchos hombres, a quienes Treng Treng los convirtió en aves, peces y lobos marinos. Solo un puñado de hombres sobrevivió (los antepasados de los mapuches) y tras hacer un Nguillatún o ceremonia lograron aplacar a Kai Kai y luego poblar la tierra. Sin embargo, ante sus maldades Treng Treng les envió erupciones de volcanes, que los obligaron a vivir en territorios más seguros donde están expuestos a los maremotos que les envía Kai Kai o las erupciones de Treng Treng.
El héroe civilizador
Los mitos representan al creador bajo los rasgos de un profeta que recorre la tierra para acabar la obra de la Creación y enseñar a los hombres las artes y los usos propios de la vida civilizada.
Así a veces, en las diferentes cosmologías de las culturas nativas de Sudamérica, podemos encontrar ejemplos de un Creador o de un Gran Antepasado que se retira a algún universo después de haber cumplido su misión terrestre, a veces como una especie de genio, bienhechor caprichoso, que permanece en la Tierra creada por él, para cambiar su fisonomía y para iniciar a los hombres en técnicas y usos que les permitirán subsistir y vivir en sociedad.
Unas veces el Creador, el Antepasado, el Héroe civilizador y el Transformador son el mismo personaje, y otras veces se reparten las tareas. A veces el héroe, o los héroes civilizadores son animales dotados de razón.
Para los tehuelches, el personaje El-lal (o Elal) es el héroe creador y civilizador de los pueblos de Patagonia; caracterizado como un ser fuerte, sabio, benéfico. En Tierra del Fuego, los selknam mantenían el mito según el cual K'aux, un antiguo personaje mitológico, fue quién veló por el orden y las buenas actitudes de los miembros de cada tribu, y quien inculcó todas y cada una de las leyes a los selknam.
El Héroe civilizador en muchas ocasiones no se concibe como un ser solitario. Generalmente, lleva a su lado un compañero, un beneficiario, personaje enredador y estúpido que se opone a él y corrompe todo lo que él crea. La mayor parte de las tribus sudamericanas conocen las aventuras de dos gemelos que, según los casos, son verdaderos héroes civilizadores o los hijos y continuadores del Héroe civilizador.
Hallados por la Madre de los Jaguares (o del monstruo) en el vientre de esta fueron adoptados por el animal. Manifiestan su carácter sobrenatural en la rapidez de su crecimiento y en su habilidad para todas las cosas. Un pájaro, o algún otro animal, les revela el crimen del jaguar o animal devorador. Para vengarse, lo atraen a una trampa y lo exterminan. Se ponen a la busca de su padre, pero, antes de encontrarlo, pasan diversas aventuras desagradables que provocan ellos mismos al buscar lucha con los espíritus de la selva y de las aguas. Uno de los gemelos, el más necio es infaliblemente muerto y despedazado. Su hermano recoge los pedazos, sopla sobre ellos y lo resucita: luego se venga del asesino. Sufren igualmente diversas pruebas, como la de pasar entre dos rocas que se entrechocan. Uno de los hermanos fracasa y perece, pero el otro, que escapa al peligro, le devuelve la vida. Finalmente, los gemelos vuelven a hallar a su padre y se quedan junto a él.
Por ejemplo, Viracocha, el Ser Supremo de los incas es a la vez Creador, Héroe civilizador y Transformador. Se manifiesta en varias creaciones sucesivas, pero, tras haber poblado la Tierra, abandona su papel de Creador para cambiarse en héroe civilizador. Da a los hombres leyes a las que les manda que obedezcan. Recorre los Andes con un misterioso compañero en quien reconocemos al Deceptor, opuesto al héroe civilizador. Cuando Viracocha creaba hombres buenos, Taguacipa los hacía malos. Si Viracocha elevaba montañas, el Deceptor las transformaba en llanuras y viceversa. Tras de muchas aventuras que explican las particularidades de la naturaleza, Viracocha, llegado a la orilla del mar, echó, a modo de embarcación, el manto sobre las aguas, y desapareció en el horizonte. Así se atuvo al mito de la mayor parte de los héroes civilizadores, que, una vez cumplida su tarea, parten hacia el Sol poniente para residir en el país de los muertos. El Creador y Civilizador rara vez es elevado, entre las tribus sudamericanas, al rango de Gran Dios o de Ser Supremo. Si los incas no le relegaron a algún lejano empíreo, fue porque se integró en un panteón donde otros dioses tenían un sitio y un papel bien definidos.
Para los pueblos muiscas, que se hallaban en el altiplano cundiboyacense, hoy Colombia, existe el mito de Bochica, un ser de larga barba blanca, y tunica, que llego del oriente para enseñar a los indigenas, leyes, normas de convivencia, y habilidades en los tejidos, agricultura y los metales. Según el Sacerdote Lucas Fernández Piedrahita, en su célebre texto "Historia general de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada." Capitulo III, describe sobre Bochica : "...solo con los tres epítetos referidos. Este tal, dicen que tenía la barba muy crecida hasta la cintura, los cabellos recogidos con una cinta como trenza puesta á la manera que los antiguos fariseos usaban los filacterias ó coronas con que se rodeaban las cabezas, trayendo colocados en mitad de la frente los preceptos del Decálogo. Pues á ese modo, refieren, le usaba, y esa forma en los rodetes que se ponen los indios en las cabezas, colocan una rosa de plumas, que les cae sobre las cejas. Andaba este hombre con las plantas desnudas, y traía una almalafa puesta, cuyas puntas juntaba con un nudo sobre el hombro; de donde añaden haber tomado el traje, el uso del cabello de una mujer llamada Daniela Macias, y de andar descalzos."
El origen de la vida
Los hombres
La aparición de los primeros hombres en la Tierra es tema de numerosos mitos cuyo asunto central revela dos concepciones opuestas. Según la primera, los hombres fueron creados por un dios que habría utilizado, a modo de materia prima, una sustancia cualquiera (arcilla, madera, caña); quizás una posterior forma de mito influenciado por la tradición cristiana de la creación de Adan. Según la otra, los primeros hombres habrían venido del cielo o de un mundo subterráneo. Al decir de los mosetenes, Dhoit, su héroe civilizador, modeló a los primeros hombres. Para los hakairi habrían sido los gemelos Keri y Kame quienes transformaron las cañas en hombres. En la mitología chibcha, el Sol y la Luna formaron al primer hombre con arcilla, mientras que para la primera mujer utilizaron cañas.
Muchos mitos hablan de fracasos del Creador. El “héroe cultural” de los taulipang había modelado a los primeros hombres con cera, pero, dándose cuenta de que se fundían al sol, utilizó arcilla que secó al sol. En cuanto al Civilizador de los chocos, habría tallado a los primeros hombres en madera. Éstos, a medida que salían de manos del escultor, partían para el otro mundo, donde estaban llamados a vivir eternamente. Un día, al cortarse un dedo el héroe cultural en el transcurso de su trabajo, renunció a la madera y modeló a los hombres en arcilla, privándoles con ello mismo de la inmortalidad.
Las creaciones sucesivas no siempre derivan de una elección desafortunada de la materia prima. El Creador a veces se veía obligado a destruir o a metamorfosear a los seres que ha producido, por crímenes que cometieron o por conducta indigna. Antes de esculpir en la piedra a los antecesores de todas las naciones de los hombres, Viracocha, el gran dios de los incas, ya había formado en la arcilla o tallado en rocas una humanidad que hubo de aniquilar “porque había transgredido sus preceptos”. Los chocos hablan también de una raza de hombres que fue aniquilada porque se entregaba al canibalismo; luego, una segunda generación de seres humanos que fue metamorfoseada en animales, y, finalmente, una tercera humanidad que el héroe civilizador modeló en arcilla.
Los mitos de otras tribus hablan, no de la creación de los hombres, sino de las causas y de las circunstancias de su migración, estando situado su lugar de origen unas veces bajo tierra, y otras en el cielo. Un ejemplo de esto es la versión de los indios mundurucu, que se dicen descubiertos por el compañero del Creador, que, persiguiendo a un tatú, fue arrastrado por éste al mundo inferior. El Creador hizo al algodonero para confeccionar una cuerda con sus fibras, que introdujo por el orificio que daba acceso al país de los hombres. Así pudieron éstos alcanzar la superficie de la Tierra. La cuerda se rompió antes que todos los hombres pudieran trepar hasta allí. Un gran número de ellos se quedaron bajo tierra y recibirían todos los días la visita del Sol.
Los antepasados de los carajá creían haber emigrado también de un mundo situado debajo de este. Lo abandonaron a pesar de las exhortaciones de un jefe que les predijo que en esta tierra habrían de morir, mientras que en su patria de origen disfrutaban de inmortalidad.
Los miembros de todas las comunidades incas se consideraban como originarios de una caverna, de una montaña o de un lago. El lugar de donde habían salido sus antepasados era considerado como sagrado. Sus mitos están en contradicción con el de la creación por Viracocha. Para conciliar las dos versiones, se imaginó que Viracocha, tras haber tallado a los primeros hombres en la piedra, los envió por caminos subterráneos a través del mundo, haciéndoles luego surgir de las cavernas, de los lagos o de los ríos.
En cuanto a los warrau, del Orinoco, situaban a sus antepasados en el cielo, de donde habrían bajado a tierra por medio de una cuerda, para apoderarse de piezas de caza. Los toba del Gran Chaco dicen que las mujeres vinieron del cielo. Todas las noches, bajaban por una cuerda para robar los pescados atrapados por los hombres. Un halcón cortó la cuerda y las mujeres se vieron obligadas a quedarse en tierra en compañía de los hombres.
Los pueblos de la costa de Perú contaron a los españoles que los hombres habían nacido de tres huevos, uno de oro, otro de plata y el tercero de cobre. Los caduveos del Gran Chaco se creían también salidos de huevos incubados por un pájaro gigantesco.
La muerte
Para muchos aborígenes, los hombres no estarían sometidos a la muerte si el héroe civilizador o el azar no hubieran dispuesto otra cosa. En la antigüedad, los onas, fatigados por la vejez, se entregaban al sueño, y, al despertar, se hacían lavar por Kénos, el héroe civilizador. Vueltos otra vez a la juventud, empezaban de nuevo su existencia. Fue uno de los Gemelos el que puso fin a esas renovaciones e hizo definitiva la muerte. Otro ejemplo es la de un gran mago habría querido hacer inmortales a los chipayas. Les recomendó que saludaran amistosamente a un extranjero que vendría a visitarlos. Los chipayas, desgraciadamente para ellos, volvieron la espalda a un visitante que traía un cesto lleno de carne podrida, habiéndole tomado por la Muerte, y en cambio acogieron afectuosamente a la Muerte, que tenía apariencia de un agradable joven.
Los habitantes de la región de Huarochiri (Lima, Perú) consideraban a la muerte como un accidente debido a un gesto inconsiderado. Creían que, cuando moría un hombre, su alma volvía al cabo de cinco días. Por razones no explicadas, un alma volvió a su cadáver con un día de retraso. La mujer del muerto, impaciente, le dirigió vivos reproches e incluso le pegó. El alma, ofuscada, se marchó para siempre y desde entonces la muerte se ha hecho irremediable.
En varias tribus amazónicas, existe una tradición según la cual los hombres habrían podido alternativamente morir y resucitar si hubieran obedecido una orden que se les había dado, o si hubieran entendido mejor un mensaje que el héroe civilizador o algún otro personaje les había transmitido. Así, el padre del héroe civilizador, entre los cashinawa, había recomendado que le escucharan bien cuando, al subir al cielo, gritara: “¡Cambiad, cambiad!”. Su hijo entendió: “¡Acabad, acabad”, y ese error fue causa de que los hombres no pudieran renovar su cuerpo como lo hacen las serpientes y lagartos.
El origen del fuego
Los sudamericanos fueron concientes de los efectos de la adquisición del fuego sobre la condición humana. Según sus antiguas tradiciones, antes de poseer este elemento, los hombres no valían más que los animales. El fuego nunca es presentado como una creación. Siempre ha existido, pero era propiedad de un animal —más raramente, de un espíritu— que lo vigilaba celosamente y rehusaba compartirlo con los hombres. Entonces, hizo falta robárselo. Unas veces es el héroe civilizador, otras veces es un animal auxiliador quien intenta la aventura. Generalmente, el dueño del Fuego, así como su robador, pertenecen a una especie animal que se asocia a ese elemento por alguna particularidad física.
También podemos encontrar al fuego como una manifestación espiritual, ejemplo de ello es el espíritu Ngen conocido como Ngen-kütral